Pasan desapercibidos. Casi ni nos damos cuenta. Pero están ahí. A su manera son héroes. Nadie les pondrá una medalla, ni tendrán homenajes. Probablemente, ni se hable de ellos. Al menos aquí, sí escribiremos...

jueves, 29 de marzo de 2012

Ocho de cada diez


Leo en ACI-Prensa que más de ocho de cada diez sacerdotes elegirían serlo de nuevo si nacieran otra vez, según los resultados de varios estudios realizados en Estados Unidos y recogidos en el libro “¿Por qué los sacerdotes son felices”, escrito por el sacerdote y psicólogo estadounidense de la Universidad Católica de América, P. Stephen Rossetti.

Para la confección del estudio, el padre Rossetti realizó dos encuestas a miles de sacerdotes estadounidenses —1.242, en la del año 2004 y 2.482, en la de 2009— con el objetivo de cambiar la, a su juicio, "percepción equivocada" que la sociedad "secularizada" tiene sobre la felicidad de los sacerdotes.

Señala el autor que muchas personas "piensan que los sacerdotes deben ser infelices porque deben cumplir con el celibato, pero es justo lo contrario, cuando uno sirve a los otros y a Dios, encuentra la felicidad".

jueves, 22 de marzo de 2012

Hacer lo correcto


Que no es lo mismo que hacer lo que todo el mundo, lo que no causa daño a nadie, o lo que me conviene...

Quiero contarles la historia de Juan. Es uno de esos chicos que llenaron las calles en protesta por brutalidades y recortes. No es que las hubiera visto, ni que los hubiera notado hasta que se empezó a hablar de ellos. Lo cierto es que otros le habían contado. Y lo que le contaban, no le parecía justo.

Decidió apoyar la causa, y salir a la calle. A escondidas, porque no quería que se enteraran sus padres. No le entenderían.

Estuvo a pie de balcón día tras día. Con sus pancartas, sus consignas, pitos y gritos. Pensaba que estaba haciendo lo correcto. Había motivos para la protesta. Muchos de sus amigos estaban allí. No había dudas en su conciencia. Ni planteamiento de estrategias, objetivos, tiempos o destinatarios de la crítica...

Y así fue hasta que un día observó el rostro de una niña llorando. Un rostro que reflejaba ignorancia, inocencia, no saber el porqué. Y no era sólo una...

jueves, 15 de marzo de 2012

Volver a empezar


Hoy les propongo una heroicidad especial: la de todo un pueblo. Está claro que cualquier generalización es injusta con la verdad, ya sea para bien o para mal. Y también, probablemente, la heroicidad de la que vengo a hablarles no es consciente para la mayor parte de las personas que la ejercen. Será el atractivo del fuego o del olor a pólvora, pero lo cierto es que me encantan las Fallas. Entre otras cosas porque, durante estas fiestas, miles de personas hacen gala de sus mejores valores...

Y es que es heroico vivir en Valencia en Fallas. Calles cortadas, problemas de aparcamiento, aglomeraciones, pisotones, sueño que se acumula en los párpados y cansancio que toma las piernas, personas de fiesta al lado de otras trabajando... De todo, bueno y malo, en un clima general de convivencia modélico. En Fallas, teniendo en cuenta el número de personas en las calles, apenas ocurren incidentes.

Me encanta ver las calles convertidas en ríos humanos donde hace unas semanas los coches eran los dueños. Me gusta incluso teniendo que buscar rutas alternativas para cruzar de un lado a otro por cuestiones laborales. La ciudad está como más viva. Incluso nos miramos más a la cara.

jueves, 8 de marzo de 2012

Dios siempre paga el rescate


Leo su historia en ACI-Prensa. Roberto Dichiera es un sacerdote italiano de 37 años que recorre —más bien bucea— las calles de Roma buscando rescatar a jóvenes atrapados en la adicción a las drogas, como muchos otros sacerdotes y seglares comprometidos. Nadie suele acordarse de la ingente labor callada y humilde que realiza la Iglesia. Quizá sea mejor así, pero nosotros, católicos, miembros de esta Iglesia, deberíamos sentirnos orgullosos y espoleados por ella.

El caso de Roberto Dichiera no dejaría de ser uno más de esos anónimos, salvo por el hecho de que él conoce de primera mano el drama de la drogadicción. En su adolescencia y juventud fue uno de ellos. Durante diez años.

A los 12 años comenzó su viaje a ninguna parte. Llegó a confirmarse, pero poco a poco se fue alejando. De Dios y de sus padres. Del colegio y sus amigos. Comenzó a frecuentar a personas mayores. Llegó a ser consumidor y camello y a vivir una vida de depravación moral completa.

Sin embargo, a los 20 años, se enamoró de una joven. Católica y practicante. ¿Cómo llegó a conocerla no lo cuenta. Los ángeles que Dios envía a veces tienen rostros muy humanos...

jueves, 1 de marzo de 2012

De momento, cardenal


En el último consistorio, el Papa creó 22 nuevos cardenales de la Iglesia. Entre ellos, se encontraba el arzobispo de nueva York, Mons. Timothy M. Dolan. Cardenal Dolan, a partir de entonces.

El caso es que el nuevo cardenal ha hecho unas declaraciones, en cierta medida, heroicas: “doy gracias por ser cardenal, pero yo quiero ser santo”. ¡Qué difícil es encontrar una persona a quien el mundo encumbra y que no pierde de vista, con humildad, el verdadero sentido de su vida!

Me vienen a la cabeza las palabras de Juan Pablo II escasos minutos después de ser presentado al mundo como sucesor de Pedro: “si me equivoco, corregidme”. O las propias de Benedicto XVI que, en la misma tesitura, mostró su perfil más humilde.

Porque lo normal es justo lo contrario. El que no sabe —sobre todo si está (o cree estar) un par de escalones por arriba— se empeña en decirle al que sí sabe cómo tiene que hacer las cosas. Pocas personas admiten consejos de sus subordinados. En realidad, me temo, ¡nadie admite consejos, salvo que coincidan con la decisión ya tomada!